Podemos fortalecer la a autoestima si sabemos cuidarla pero si la descuidamos se debilitará como cualquier cosa viva que se descuida.
Qué es la autoestima
La autoestima se va construyendo a lo largo de toda la vida y va cambiando según vamos cambiando nosotros mismos. Podemos vivir etapas o momentos de nuestra vida con una pobre o baja autoestima pero sin embargo pueden darse cambios externos o internos que favorecen que nos hayamos sentido con buena autoestima.
La palabra autoestima nos lleva directamente al afecto hacia nosotros mismos, hacia la estima que nos tenemos, y eso es algo muy importante en la vida, como lo es la estima que tenemos hacia personas que nos importan. Los estimamos, los queremos porque hay un sentimiento de aprecio y afecto.
Quererse a uno mismo requiere una labor de aceptación y humildad que no siempre es fácil de lograr, porque podemos sobreestimarnos o infravalorarnos, o lo que es lo mismo, inflar nuestro ego, sobrevalorarnos, y vernos mejor de lo que realmente somos, o bien tratarnos con poco aprecio, llegar a despreciarnos, tratarnos tan duramente que podemos llegar a odiarnos y ser nuestro peor enemigo.
Es todo un aprendizaje de vida, porque la autoestima no podemos separarla de nuestros sentimientos, nuestra dignidad y la apertura de nuestra capacidad de amar.
Nuestra autoestima puede ser más fuerte en un aspecto que en otro de nosotros mismos, pero necesitamos encontrar que aspectos de nosotros mismos apreciamos más que otros, porque no en todo nos queremos igual.
Probablemente empieza a construirse cuando llegamos a este mundo, aunque sería más acertado decir que ya comienza cuando somos deseados, y formamos parte de un proyecto ilusionante de unos padres, que quieren traernos al mundo y quieren forma una familia para darnos lo mejor que ellos tienen para darnos.
Cuando llegamos al mundo necesitamos ser bien recibidos, que nos acojan personas a quienes les importamos y se alegren de que hayamos llegado al mundo. Ese buen recibimiento será uno de los primeros cimientos de ese edificio de amor propio que iremos construyendo a lo largo de la vida.
Ese edificio de nuestra autoestima comienza a sostenerse por ese recibimiento alegre, con los brazos abiertos, con una mirada amorosa y de alegría de quien desea que formemos parte de su vida, deseando darnos lo mejor para que nuestra vida sea dichosa y feliz. El cimiento de este edificio podría ser algo así como el derecho a existir, el derecho sobre el que se sustenta nuestra existencia y sobre el que se construirán los siguientes pisos del edificio, que son otros derechos sobre los que se va completando nuestra autoestima.
Aprendes a quererte con mucha más facilidad cuando te han sentido querida o querido, pero muchas veces he escuchado en las sesiones de terapia eso de “yo sabía que me querían, pero no me lo demostraban como yo lo necesitaba”.

¿Cómo se construye la autoestima?
Sólo puede construirse a base de afecto, de amor, de cariño, de respeto, de aceptación. No hay otra manera, porque todos esos elementos son como los pilares que sostienen ese edificio que vamos construyendo y que finalmente, solo nosotros tendremos que saber cuidar, acondicionar, decorar, remodelar, y a veces, reconstruir, pero siempre será el lugar donde tendremos que habitar y según la cuidemos, así nos sentiremos.
Hay muchas personas con historias terribles, insoportables, inhumanas, indignas para cualquier ser humano, porque han sido maltratadas, abusadas, ignoradas, humilladas. Es todo lo contrario al amor y el respeto, y sin embargo, han sobrevivido, han salido adelante, sin saber cómo, han podido atravesar esos infiernos y seguir creciendo con todo ese daño profundo dentro. Seguro que hemos escuchado o conocido historias así por algún medio de comunicación, quizás alguien cercano, o puede que te haya ocurrido a ti. Es increíble la capacidad de adaptación y de resiliencia que podemos llegar a desarrollar y no sucumbir ante tanta adversidad. Parece que a veces, en algunas personas que han sobrevivido a todo esta enorme dificultad, el deseo de vivir fue más fuerte que sucumbir y quitarse la propia vida.
La autoestima se construye paso a paso, desde lo más básico, como ser alimentado, tener un techo donde dormir, estar en un lugar tranquilo y limpio, y sentirse protegido y seguro, recibir una educación que ayude a tener un futuro, hasta lo más complejo, como es sentirnos ayudados y alentados a encontrar y elegir nuestro propio camino en la vida.

¿Qué nos hace perder autoestima?
Cada vez que no somos capaces de respetar nuestros propios sentimientos o nuestros principios perdemos autoestima. Cuando permitimos que nos falten el respeto, o cuando no nos afirmamos ante los demás en aquello que consideramos que es importante, nuestra autoestima se resiente.
Quitar valor a nuestros sentimientos
Si estamos dolidos porque nos hemos sentido tratados con desprecio y sin embargo le quitamos importancia a ese dolor diciéndonos a nosotros mismos “bah, no es para tanto” o “es que estará pasando por un mal momento y no se encuentra bien”.
Cuando las cosas no salen como esperábamos
Exprimentamos algo decepcionante, o hemos fracasado en un proyecto o una relación, y aparece esta parte de nosotros que es dura, inflexible e implacable, que acaba por decirnos “qué torpe soy”, “qué tonto soy” o una infinidad de desprecios y desvalorizaciones que hace que nuestra autoestima pueda depreciarse.
Nos exigimos demasiado
Nosotros mismos podemos ser nuestro peor enemigo si nos tratarnos con dureza, falta de tolerancia, benevolencia y amabilidad. Aprender a tratarnos bien es la mejor manera de recuperar y mantener una buena autoestima.

Terapia para aprender a querernos
La pérdida de autoestima nos lleva con mucha frecuencia a nuestra infancia y adolescencia, este período de la vida en la que más hemos necesitado recibirla y en el que más nos afecta no haberla tenido. Muchas personas que acuden a una terapia y quieren comprender, entre otros motivos, porqué les cuestan tanto quererse a sí mismas, se dan cuenta de que hubo demasiadas veces en las que no se sintieron queridas, aunque suponían que sus padres los querían, no recibieron las muestras de afecto que demostraran que eso era cierto.
Una sensación bastante común que suele aparecer en una terapia es la sensación de muchas personas “no haber sido vistas”, y ¿porqué esta sensación es tan frecuente?. Porque nadie pudo “ver” qué es lo que realmente estábamos sintiendo y si esa sensación se repite a menudo, se acaba generando la creencia de que nuestros sentimientos no importan, no son importantes y nuestra autoestima empieza a decaer hasta el punto que podemos crecer con esta sensación de que lo que sentimos no es realmente valioso. Entonces, se necesitan buscar otras vías para hacernos valer, que con frecuencia suponen hacer grandes esfuerzos para que “hacernos ver” y nos quieran.

Inseguridad y autoestima
Cuando vamos perdiendo autoestima nos podemos quedar “instalados” en una sensación de inseguridad que nos atrapa, pero no sabemos porqué nos sentimos tan inseguros.
Una psicoterapia para recuperar la confianza tiene sentido porque no nos sentimos bien con nosotros mismos, nuestra vida es insatisfactoria, nuestras relaciones con los demás son difíciles y todo esto afecta de manera importante a la seguridad en nosotros mismos y a nuestra autoestima.
Reconocer y aceptar que “no me siento bien” es ya un primer paso para aceptar lo que ocurre y empezar a atender sentimientos difíciles que pueden abarcar una gama que va desde el vacío, soledad, tristeza, frustración, rabia, desesperanza, fracaso, envidia, apatía, desánimo….Aunque hay personas que pueden reconocer fácilmente que no se sienten bien, hay otras personas que ocultan su malestar exigiéndose a sí mismos que no tienen porqué sentirse así, porque “deberían sentirse de otra manera”. Es así como se genera una lucha interna contra sí mimos y contra los propios sentimientos.
Aunque resulte paradógico, nuestra autoestima puede empezar a mejorar cuando podemos aceptar que algo no va bien después de haber estado negando o luchando contra esos sentimientos que no podíamos tolerar o aceptar.
Cada vez que sabemos pararnos a escuchar aquellos sentimientos que necesitan ser atendidos, aprendemos a cuidarnos un poco más y ganamos un poco de autoestima. El siguiente paso después de eso, es poder encontrar qué nos puede hacer sentir mejor.
Cómo sentirnos mejor cuando no nos sentimos bien es algo que cada uno de nosotros podemos ir aprendiendo. No encontraremos una forma válida para todos porque afortunadamente tenemos muchas posibilidades para poder aliviar nuestro malestar. Para algunas personas, un simple paseo por la naturaleza puede mejorar un sentimiento de tristeza o de pena, por el simple contacto con la diversidad de vida y la paz que encontramos en un bosque, o quizás un paseo por la playa o junto a un río es suficiente para autorregularnos y mejorar nuestro estado de ánimo. Otra posibilidad es poder comunicar con alguien que sabe escucharnos y acompañarnos. Esto tan simple, tiene efectos muy positivos, porque muchas veces, no necesitamos que nos digan algo, ni que nos den un consejo, ni que nos digan eso que puede ser tan contraproducente como “tú lo que tienes que hacer…”, sólo que haya alguien a nuestro lado que sepa “estar ahí” con nosotros en ese momento difícil, quizás un solo gesto como un abrazo, una mano o tener un hombro sobre el recostarse, puede ser más que suficiente.
La seguridad va ir llegando conforme más capacidad tengamos de estar en contacto con nuestro cuerpo y con lo que sentimos. O al contrario, nos sentiremos más inseguros cuanto más alejados estemos de nuestro cuerpo y de nuestros sentimientos.

El miedo, la vulnerabilidad y la autoestima
La inseguridad está estrechamente relacionada con el miedo y la vulnerabilidad. Cuando nos sentimos inseguros, es muy probable que sintamos miedo y vulnerabilidad.
El miedo es una emoción importante y fundamental en nuestras vidas, porque nos muestra que todos podemos atravesar situaciones de vulnerabilidad. Si no existiera, haríamos cosas realmente muy peligrosas y dañinas que haría imposible saber cuidarnos y cuidar al otro, y nuestra evolución como especie se vería seriamente comprometida.
Cuando nos adentramos en comprender qué es el miedo desde las investigaciones neurocientíficas, se ve la importancia que tiene en la supervivencia y en la evolución de la especie. Podemos definir el miedo como “una emoción caracterizada por una intensa sensación, provocada por la percepción de un peligro que amenaza nuestra vida o nuestro equilibrio”. Wulf Haubensak, neurocientífico que ha investigado sobre el miedo, lo define de una manera muy clara: “Es el estado más intenso en el que pueden entrar tu mente y tu cuerpo y solo tiene una meta: tu supervivencia”.
Los investigadores han identificado una especie de circuito del miedo, que incluye varias partes del cerebro y en el que destacan el papel de la amígdala, un pequeño órgano que se localiza en el centro del cerebro, que forma parte del Sistema Límbico, que a su vez forma parte del llamado Cerebro Emocional.
La amígdala tiene un papel fundamental porque analiza el ambiente de forma continua en busca de estímulos que predigan el peligro. “Es una especie de botón de emergencia de nuestro cerebro y si detecta un peligro, este núcleo activa una señal que reenvía inmediatamente al resto del cuerpo” (Luis Carretié, Catedrático de Psicobiología de la UAM).
Esta emoción nos avisa de que nos podemos sentir vulnerables e inseguros. Si profundizamos en los temores con los que más trabajamos en psicoterapia, vemos que junto a la vulnerabilidad y la inseguridad también aparecen a menudo la indefensión, la impotencia, y el miedo al dolor y a la herida.
El miedo puede ir desde el riesgo extremo de perder la vida, hasta el riesgo de perder una seguridad en nosotros mismos o en la seguridad afectiva que nos proporciona el vínculo con otra persona. Miedo tiene mucha relación con la pérdida de seguridad y con la vulnerabilidad. Por eso no sólo tiene una función protectora en asegurar la supervivencia física, sino que también tiene una función protectora de nuestra personalidad y de nuestra autoestima, también nos protege de la vulnerabilidad de no volver a ser heridos, y en definitiva de que nuestra autoestima no se vea dañada.
Hay personas que pueden vivir en una falsa seguridad de sí mismos y una falsa autoestima porque han necesitado acorazarse de tal manera que han dejado de sentir sus emociones, y por lo tanto sus temores y su vulnerabilidad. A más dureza, menos sensibilidad y más dificultad en sentir terror. Esa dureza puede llegar a ser una coraza, y se construye por una necesidad de alejarse de vivencias y experiencias tempranas de fuerte inseguridad y miedo. Acorazarse ha sido una necesidad de pura supervivencia y podemos encontrar muchos ejemplos en entornos sociales donde la violencia es algo común en las relaciones de las personas que viven en esos lugares.
Relajar el miedo nos pone en contacto con nuestra vulnerabilidad, y ésta a su vez, nos acerca al centro de nuestro ser, que no es otro que el anhelo de contacto o deseo de vivir. Abrazar nuestra vulnerabilidad es abrazar nuestro dolor y nuestra herida, para facilitar que tengan una salida que sea sanadora y que de algún modo encontremos la conexión que nos faltó. Esa conexión puede darse en un trabajo terapéutico, sintiendo que hay alguien que “está ahí”, estando presente y acompañándonos en esa experiencia difícil que necesitamos vivenciar y tolerar, encontrando esa conexión que es a la vez interna y relacional. No podemos llegar al centro de nuestro ser si no atravesamos y afrontamos nuestros temores y nuestra vulnerabilidad.

Nuestra voz crítica destruye la autoestima
Nuestra voz crítica es el modo en que nos tratamos a nosotros mismos cuando algo no sale como esperábamos, quizás motivado por algún imprevisto, expectativas poco realistas o desconocimiento de algo sobre lo que necesitamos aprender. Esa voz crítica puede darse en un modo de dureza, desprecio o crueldad.
Esta dureza o desprecio se puede manifestar en mensajes internos como “qué tonto soy”, “qué idiota”, “qué torpe”, y un sinfín de expresiones despreciativas que salen de forma automática, sin que apenas nos demos cuenta porque lo hacemos de manera inconsciente.
Recuerda alguna situación que hayas vivido recientemente en la que te hayas sentido mal por algún error cometido y trata de darte cuenta cuál ha sido tu voz autocrítica. Observa cuál fue la emoción que te produjo esa situación. Es probable que sea una emoción negativa y, si tratas de encontrar las palabras exactas de que surgieron de tu voz autocrítica, es posible que aparezca algún insulto, o una palabra muy negativa.
Si tratas de profundizar más, quizás puedas identificar si esta voz autocrítica tiene relación con alguna persona relevante de tu historia, puede ser alguno de tus padres, algún profesor, o cualquier persona que ha influido en tu vida.
Cuando identificamos esta voz crítica, es un buen momento para encontrar una voz comprensiva, benevolente, o compasiva, tanto en el contenido de las palabras como en el tono emocional en el que nos lo podemos decir. Seguro que podemos encontrar otras palabras como “No tuve en cuenta que era demasiadas cosas en tan poco tiempo”, “Necesito más tiempo para aprender”, “No me di cuenta de lo sensible que es esta persona”, “No supe pararme a tiempo”.
Si te paras a pensar con tranquilidad cómo aprendemos a dominar cualquier aspecto de la vida, veremos que no podemos separar el éxito y el fracaso, porque uno no puede existir sin el otro. El aprendizaje va tan unido a las cosas duras y difíciles como a las cosas agradables y fáciles. Ambas situaciones nos aportan experiencia, pero demasiado a menudo nos empecinamos en aferrarnos a las cosas fáciles y rechazamos las difíciles cuando no nos toca otra que hacerles frente.
No podemos aprender si no fracasamos, si no nos equivocamos, porque el fracaso nos enseña el camino hacia el éxito, nos lleva a intentar las cosas de otra manera.
Cómo afecta la autoexigencia a nuestra autoestima
En la sociedad actual vivimos tiempos donde la cultura se está focalizando en gran medida en el valor de las imágenes, infinidad de imágenes que van apareciendo en nuestros móviles, portátiles, televisiones, y cada vez más la comunicación entre personas se está ampliando a través de las pantallas. Sin quitar importancia de las enormes ventajas que supone organizar una reunión con diferentes personas que están en diferentes partes del mundo, la cultura de la imagen se ha impuesto de una forma abrumadora, y esto está restando espacio y valor a la comunicación de las emociones y los sentimientos, que se fortalecen cuando la relación es presencial y permite tocarse, abrazarse y sentirse más cerca que a través de una pantalla.
El poder de la imagen no había sido tan fuerte como lo está siendo en estos tiempos. Esto está llevando a extremos en los que cada vez parece más difícil aceptar que el cuerpo envejezca, que aparezcan arrugas y que ser joven tuvo su tiempo y su momento, porque no puede ser eterno.
Las autoexigencias van en consonancia con la cultura de la época, y muchas de las frustraciones actuales de las personas de nuestra sociedad moderna tienen que ver con estos objetivos que se alejan de lo que un estudio reciente demostró sobre qué es lo que verdaderamente nos hace más felices y conseguir vivir una vida mas longeva y de calidad:
En ese estudio se les preguntó a los jóvenes de la generación del mileno qué metas eran las más importantes en sus vidas, y más del 80 % respondió que era hacerse rico, y otro 50% de esos mismos adultos jóvenes respondió que ser famosos. Sin embargo, el resultado del estudio no fue que el dinero y la fama nos hace más felices, sino que son las buenas relaciones las que nos hacen la vida más feliz y más saludable. Para conseguir esto, necesitamos atender de forma constante y a lo largo de nuestra vida el cuidado de los afectos, que no es otro que el cuidado de la gente que queremos o que nos quiere.
Esto quizás no nos sorprenda si vemos que lo que se impone en estos tiempos de ritmo frenético, es lo inmediato, lo tangible, la necesidad de que sea ya. Pero las relaciones, como dice el estudio, no son algo fácil, hay que saber cuidarlas porque se atraviesan dificultades que necesitan a veces repararse, hablarse o perdonarse. Este estudio demuestra que cuanto más inviertas en tener buenas relaciones, más feliz y duradera será tu vida, y eso tiene mucho sentido, porque si consigues tener una red de afectos amplia, más amor habrá en tu vida.
Cómo ganar autoestima
Si hacemos caso al estudio anterior parece que es importante aprender a querer a los demás, aprender a cuidar los afectos hacia las personas que están en nuestras vidas. Esta apuesta pasa inevitablemente por saber querernos a nosotros mismos, porque no podemos dar lo que no tenemos.
Podemos empezar a ganar autoestima cuando damos el primer paso, que es sin duda, el de la aceptación. Si das este primer paso, ya tienes mucho ganado. Acepta que lo que tienes en tu vida, lo que sientes, por horrible que sea, porque eso puede cambiar, no va a cambiar mientras estés luchando contra lo que sientes, diciéndote a ti mismo que “debería ser de otro modo”.
La gran mayoría de los problemas que son motivo de consulta de psicoterapia tienen que ver con esta dificultad, la no aceptación de aquello que nos ha pasado, de aquello que nos hicieron o nos dijeron, de lo que hicimos pero hubiésemos querido hacer otra cosa pero no pudimos,…Ahí nos podemos quedar atascados y en una pelea constante con nosotros mismos años y años, hasta que decidimos aceptarlo y empezar a buscar otro modo de mirar la realidad de lo que sentimos.
La aceptación es el primer paso del cambio, porque implica dejar de luchar porque las cosas sean diferentes a como son.
Vamos ganando autoestima cuando empezamos a mirar las cosas de otro modo, a mirarnos por dentro de una forma diferente y hacia aquellos sentimientos difíciles y dolorosos contra los que nos hemos estado peleando y rechazando, ya sea tristeza, rabia, soledad, abandono, vacío, desolación, desesperanza.
La paradoja, es que cuando aceptamos, por un lado, esos sentimientos difíciles y que de algún modo tenemos todavía dentro de nosotros y nos impiden sentirnos con una buena autoestima, y por otro lado, conseguimos dar salida expresando y aliviando esos sentimientos, nos abre el camino para lograr una mayor autoestima porque hemos legitimado y validado una experiencia difícil que nos impedía querernos de verdad a nosotros mismos.
Quererte de verdad implica también abrirse a tu propio dolor y a tu parte vulnerable, pero al abrirse a esa parte difícil se abre también un camino de cambio y de esperanza. Si te quedas instalado en el menosprecio de ti mismo, el desprecio a los demás o a quejarte de la mala suerte que has tenido y la buena suerte que han tenido los demás, se cerrará el camino y nada cambiará porque todo estará dando vueltas sobre lo mismo.
Ganamos autoestima cuando apreciamos lo que tenemos, lo que somos, lo que hemos vivido. Puede ser que hayas vivido cosas horribles, muy difíciles, y lo que necesites apreciar es que simplemente estás vivo y tienes salud. Pero puede ser que tengas una enfermedad que te imponga limitaciones importantes, entonces el aprendizaje que necesites hacer es cómo es apreciar la vida cuando nos sentimos vulnerables y con limitaciones.
Mejorar la confianza para ganar autoestima
Cuando ganas autoestima ganas en confianza, y viceversa, cuando ganas confianza vas ganando autoestima.
La confianza tiene que ver con el conocimiento de algo, y en el caso que nos ocupa este espacio, es el autoconocimiento. Conocerse a si mismo, es algo que ya estaba en la Grecia Clásica, donde se recogía una sabiduría del antiguo Egipto. En el Templo de Delfos se esculpió una frase sencilla pero tan profunda y compleja como ésta “conócete a ti mismo” (“gnothi s’auton”).
Nadie puede hacer por ti esta tarea, pero la clave de la verdadera felicidad reside en esto, porque sino te conoces no sabes lo que quieres, sino sabes lo que quieres, estás perdido, y si estás perdido, andas dando palos de ciego.
Conocerse a sí mismo necesita una mirada hacia el mundo interior, lo que nos lleva a la consciencia, a dar luz al mundo que no se ve desde fuera, pero solo nosotros podemos mirar hacia dentro.
Cuando tienes confianza en alguna persona es porque has tenido una experiencia importante con esa persona y has comprobado que te da confianza, no te ha fallado, has visto que hay cosas de su comportamiento que te dan seguridad para poder confiar en él. Te fías de esa persona, le otorgas esa confianza, y dirías que lo conoces lo suficiente para concedérsela. Si lo aplicamos a nosotros mismos, necesitamos ese mismo conocimiento que implica adentremos en observarnos, sentirnos, y afinar nuestra sensibilidad y percepción.
Esa confianza, no es infalible, hay personas que nos fallan, nos defraudan y hace que perdamos esa confianza. También nos sucede a nosotros, podemos fallarnos a nosotros mismos cuando actuamos en contra de nuestros principios, o no respetamos nuestros sentimientos o nuestra coherencia interna. Esta pérdida de confianza, ya sea en una persona cercana y querida, o en nosostros mismos, necesitará replantearnos qué es lo que ha fallado. Si se trata de de una persona en la que confiábamos plenamente, podemos retirársela si consideramos que ha hecho algo que nos ha afectado tanto que no podemos volver a confiar en él, pero también puede ser que la hayamos sobreestimado porque no la conocíamos lo suficiente. Cuando se trata de nosotros mismos, podemos ver que puede haber partes de nosotros que son más fuertes que nuestros principios y valores y consiguen que hagamos daño a otras personas o a nosotros mismos. Entonces, necesitamos revisar algo de nuestro personalidad que nos “traiciona” y nos hace perder finalmente confianza y autoestima.
La confianza significa apertura y curiosidad, tanto hacia el mundo y hacia las personas de nuestro entorno, como hacia nuestro mundo interno. Pero qué ocurre cuando se vive en una continua desconfianza, cómo podemos salir de ahí.
La desconfianza nos cierra y nos protege de algo que tememos que nos pase, que nos vuelva a pasar o que imaginamos que nos puede suceder. Si nos encontramos en una situación peligrosa y sentimos peligrar nuestra integridad, está muy bien que nos fiemos de nuestras sensaciones para buscar protección y seguridad. Sin embargo, en las personas que consultan en una psicoterapia, vemos una desconfianza que tiene mucho que ver con el sentimiento de no sentirse querido, y eso tiene un gran impacto en la pérdida de confianza en sí mismos.

Aprende a quererte y mejorará tu autoestima
La vida no tiene mucho sentido cuando dejas de quererte porque entonces vas perdiendo la confianza en que puedas querer a los demás o que te puedan querer.
El trabajo con tu propia autoestima, como hemos ido viendo, tiene muchas ramificaciones, que van hacia el tronco central que es el amor hacia uno mismo, y el amor es el centro sobre el que se sustenta nuestras vidas.
Aprender a quererte por lo tanto no es fácil, porque es cómo aprender a descubrir y diferenciar qué es amor y qué es la falta de amor o el desprecio. Pero este trabajo de autodescubrimiento y autoconocimiento necesita de un deseo que solo uno puede tener hacia sí mismo.
Andar por la vida con una pobre autoestima es caminar cerrándote muchas puertas al amor y a que tu vida sea pobre en todo aquello que experimentas, a pesar de que puedas tener riqueza material. Si tienes la convicción de que la vida tiene mucho más valor cuanto más autoestima tienes, entonces puedes empezar a abrir ese camino que va a hacer que tu vida sea más interesante y rica. Esa riqueza te la da quererte más a ti mismo y querer más a las personas con las que quieres compartir tu vida.